España no fue de las primeras en pisar la Antártida, pero ahora tiene uno de los laboratorios más codiciados del continente

  • Una de las bases españolas en la Antártida se ha mejorado y ampliado con nuevas zonas de investigación

  • Entre los nuevos espacios, destaca uno de los tres laboratorios limpios de la Antártida

Base Gabriel De Castilla
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La Antártida es un enorme desierto helado, pero también una oportunidad única para la investigación. España es uno de los más de 30 países que tienen bases en el territorio y una de ellas, la de Gabriel de Castilla, acaba de ser ampliada para poder llevar a cabo un abanico de proyectos más amplio.

La peculiaridad es que su construcción se ha realizado en tiempo récord y permitirá dar un impulso a la investigación del cambio climático y la biodiversidad con una particularidad: el español es uno de los tres laboratorios limpios del continente.

Único. Llevamos décadas estudiando la Antártida desde el aire. Es lo que nos está permitiendo conocer cómo es bajo esa capa de hielo, pero también llevamos décadas estudiando en la Antártida desde el terreno. El Tratado Antártico de 1959 es el que permitió que diferentes países establecieran bases en el continente, exclusivamente con fines pacíficos y científicos.

Sin embargo, antes de eso ya había bases como la Base Orcadas de Argentina, que estaban operando de manera continua en el terreno. El motivo es que es un escenario único para la investigación. No sólo por su diversidad o por la atmósfera seca que permite instalar observatorios astronómicos avanzados, sino porque podemos reconstruir el clima de hace cientos de miles de años gracias a las burbujas de aire atrapadas en el hielo y, sobre todo, es un termómetro del cambio climático.

Antártida española. Debemos varios hallazgos a la investigación en el terreno, siendo uno de los más notables el descubrimiento de la capa de ozono en 1985. Fruto de esos acuerdos, España pudo establecer dos bases en la Antártida. La más veterana es la Juan Carlos I. Fue inaugurada a comienzos de 1988 y está operada por el CSIC. No está ocupada todo el año, pero mantiene registros automatizados cuando no hay nadie y apoya proyectos de áreas como biología, geología, climatología y glaciología.

La otra es la Gabriel de Castilla, inaugurada un año después y operada por el Ejército de Tierra. Su área de operación es diversa, con investigaciones en los campos de las ciencias de la Tierra (geomagnetismo, vigilancia volcánica o geomorfología, entre otros), ciencias biológicas (ecología, etología o microbiología), ciencias ambientales (cambio climático) y disciplinas como la física, las matemáticas o la bioquímica.

Gabriel de Castilla. Al igual que la Juan Carlos I, esta base no está siempre ocupada. El trabajo español se limita a los meses del verano austral, que se da entre diciembre y marzo, y su ubicación es singular debido a que está junto a uno de los dos volcanes activos de la Antártida. Esto la convierte en un enclave único para estudiar procesos geológicos y ecosistemas extremos. Pero parece que la base se quedaba corta, por lo que se ha construido un nuevo módulo científico.

Modulo En la imagen superior vemos cómo era la base hasta ahora. En la inferior, esos módulos pequeños se han eliminado para dejar hueco al nuevo espacio

Reformas en tiempo récord. Tras una inversión de dos millones de euros, la Gabriel de Castilla ha podido ampliar su superficie a unos 307 m². Así, ha podido mejorar su equipo gracias a una sala de microscopios, un espacio de electricidad y electrónica, un módulo sanitario y un laboratorio limpio.

Y podríamos pensar que en un clima tan extremo la construcción iría lenta, pero no: en 70 días pasó del plano a tener una estructura que ya espera equipo de investigación. Como apunta el Ejército, se han utilizado 700 paneles, 400 perfiles, 26 tornillos y un total de 80 toneladas de material para crear un nuevo módulo de 41 metros de largo por 7,2 de ancho y otros 7 de alto.

Por si te lo preguntas, más allá de la calefacción, las paredes tienen una capa exterior tipo sándwich de 50 milímetros de poliuretano y otra capa interior de 60 milímetros de lana de roca para mejorar la protección térmica.

Laboratorio limpio. Pero más allá de la velocidad en su construcción, lo más importante de la ‘nueva’ base española en la Antártida es el mencionado laboratorio limpio. Se trata de un espacio diseñado para minimizar la contaminación externa, por lo que se pueden realizar procesos de investigación en un espacio prácticamente aséptico en el que las muestras no quedan contaminadas con agentes del exterior.

Los protocolos son muy estrictos tanto en la limpieza como en la ventilación y desinfección, y lo realmente importante es que, de las más de 30 bases presentes en la Antártida, el de la Gabriel de Castilla es uno de los tres laboratorios limpios de la región. Como detallan en este vídeo de El País, se compartirá con Portugal, y uno de los objetivos será analizar muestras puras para entender mejor el impacto humano en el planeta sin interferencias externas.

Imágenes | Ejército de Tierra, Campaña Antártica

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